jueves, diciembre 16, 2004

DE LA HUMILLACION AL EXITO

A ciertos novelistas parece favorecerles más la posteridad que la época en que escriben. John Fante conoció un relativo éxito con su primera novela, Espera a la primavera, Bandini, al que siguió un también relativo desinterés, que no alcanzó, por fortuna, a borrar su nombre. Bukowski descubrió Pregúntale al polvo, la segunda novela de John Fante, en una biblioteca, cuando era joven, pasaba hambre, bebía y, por supuesto, quería ser escritor. Para Bukowski fue mucho más que descubrir a un autor ignorado, fue un "milagro tan fenomenal como imprevisto". Cuarenta años después de aquel encuentro, Bukowski escribió que Fante "tendría una influencia vitalicia en mis propios libros". A John Fante (1909-1983) le ha acompañado esa leyenda, inscrita en los anales literarios, del escritor norteamericano que supera su origen humilde (era hijo de emigrantes italianos) hasta la conquista y adaptación a la sociedad americana. Pero tal vez su revaloración, que se produce después de su muerte, se debe a que sus novelas son proyectos muy precisos, con buenas dosis de sentimentalidad biográfica, de la conformación de una identidad, de macarroni mirado con desprecio a escritor de éxito. "Su padre y su madre eran italianos, pero él quería ser norteamericano. Su padre era albañil, pero él quería ser pitcher de los Cubs de Chicago". Éste es uno de los sueños de Arturo Bandini, que en la primera novela vive en Colorado, y es sólo un muchacho en la encrucijada de su devoción a una madre sumisa y la admiración a su padre, cuando se convierte ocasionalmente en amante y protegido de una viuda rica. En Pregúntale al polvo, Arturo Bandini tiene 20 años, su ambición es ser escritor, ha publicado un cuento en una revista, reside en una pensión más bien sórdida de Los Ángeles, y su entusiasmo por el país no admite réplica: "Yo era americano y me sentía orgullosísimo de ello, hasta el tuétano. La gran ciudad en que estaba, el asfalto poderoso que me sostenía y los edificios soberbios que me cobijaban eran la expresión de mi América". Mucho mejor escrita y mejor estructurada que Espera a la primavera, Bandini, que apela a un melodrama hoy ya un poco gastado, Pregúntale al polvo, en cambio, posee una rara y peculiar delicadeza engastada en el ambiente hostil de la gran ciudad, y un radical entusiasmo, juvenil pero inconmovible, al propio talento, que no ha perdido ninguno de los alicientes que entusiasmaron a Bukowski. Aunque se pueden leer independientemente, estas dos novelas no admiten la separación. De hecho, Espera a la primavera, Bandini no es más que un preludio. Aquí el protagonista, en realidad, es Svevo, el padre, un hombre sin trabajo que pisotea la nieve, "el presidio blanco del invierno", aún con las raíces en una Italia ya remota, que le incapacita para adaptarse naturalmente al sueño prometido de América. Arturo, en cambio, es consciente de que su raíz italiana es una rémora, un obstáculo, una humillación heredada que transformará en soberbia, en esperanza, en tenacidad. Fante describe una infancia amenazada por una religiosidad abnegada y el vacío de las clases que no dicen nada de la vida rebosante de la calle: "Arañado y marcado por sus iniciales, sucio y manchado de tinta, el pupitre estaba tan harto de él como él del pupitre. En el presente casi se odiaban, aunque se daban grandes muestras de tolerancia". El odio declarado a su origen y la anhelante necesidad de apropiarse del éxito -el signo más claro del respeto social- lleva a Arturo Bandini a la escritura. Para él representa, sobre todo, dinero y notoriedad, pero a la vez es el único medio a su alcance con que expulsar la indigencia vital en la que ha crecido. La autobiografía, transformada por las palabras en materia literaria, opera como el medio más idóneo de transformar la miseria en épica cotidiana: "He llorado por tener una corbata, igual que el hombre piadoso llora por sus pecados". Hay en Fante una inmersión muy sutil en los aspectos primarios del hombre social que lo acerca al John Steinbeck de Las uvas de la ira, con la diferencia de que en Fante el individualismo sobrelleva un aristocracismo compulsivo, exigente, decididamente sentimental. Le puede, por decirlo así, más el cinismo que la solidaridad; de ahí que redima a sus personajes con emociones imaginarias. En Pregúntale al polvo son muy notables las páginas dedicadas a un terremoto, pero están escritas como una experiencia onírica, próxima a una pesadilla más leída que vivida. Y, sin embargo, transmiten una incontestable sensación de vida, de extravío, de extrañeza y de vinculación con la desgracia. Lo mismo sucede con sus amores: comienzan siendo absurdos y acaban siendo trágicos. Enamorado de Camila López, una camarera mexicana, Arturo Bandini la desprecia, en un compuesto arrebatado de impaciencia y generosidad, que sólo culmina cuando ella se convierte en una fugitiva. Preocupado únicamente por la gloria literaria, no obstante Camila será el objeto infeliz de sus deseos, y en puridad la destinataria de su éxito artístico. La entrega en el desierto de su libro dedicado a Camila, arrojándolo al aire, estremece por su ávido simbolismo: "Moría una persona y el desierto mantenía su muerte en secreto, seguía acosándola hasta cubrir su recuerdo con viento, calor y frío inmemoriales". El éxito literario de Arturo Bandini es también el reconocimiento de la propia soledad, además de la pérdida definitiva de sus raíces

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