Nacido en Saint-Louis el 5 de febrero de 1914, en el seno de una familia acaudalada -su abuelo fue el inventor de la caja registradora, lo que le permitió fundar la poderosa Burroughs Corporation-, William Seward Burroughs se educó en los mismos centros que la elite blanca, anglosajona y protestante que dirige Estados Unidos.
A tenor de aquellos años, nadie hubiera dicho que estaba llamado a presidir el panorama contracultural de la segunda mitad del siglo XX. Graduado en Literatura Inglesa en Harvard (1936), marcha a Viena a estudiar Medicina, para volver con posterioridad a Harvard, esta vez para seguir un curso de Antropología. Ni su experiencia académica, ni la novela policiaca, que intenta escribir con un amigo, cuentan. Lo que verdaderamente determinara la obra y la vida posterior del escritor es su contacto con la droga durante la guerra. Antes de que acabe el conflicto, en 1944, conoce a Jack Kerouac y Allen Ginsberg. Vagabundo como los "beats", para quien es una especie de mentor, combina los viajes con la búsqueda desesperada de heroína y la creación literaria. Será en México donde otra de sus grandes pasiones, las armas, le dará un disgusto: mientras practica puntería con una pistola, mata accidentalmente a su mujer. Publicada en París en 1953 bajo el seudónimo de William Lee, la primera novela de Burroughs, "Yonqui", es un impresionante testimonio sobre su experiencia con la heroína. No obstante, aun siendo la mejor ficción que se ha publicado sobre la toxicomanía, no es en modo alguno representativa de lo que será el estilo de su autor. "Yonqui" es un texto absolutamente realista y Burroughs, principalmente, es un escritor de ciencia ficción. Bien es verdad que la grandeza de su obra sobrepasa cualquier tipo de adscripción, mereciendo ser considerada -como de hecho se hace actualmente-, una de las más renovadoras del siglo XX por encima de géneros y etiquetas. El Burroughs más genuino se pone en marcha en 1959 con la publicación de "El almuerzo desnudo". Utilizando técnicas que él llama "cortado y plegado" -recurrencia de temas, reiteración del concepto en apariciones fugaces y esporádicas que se entrelazan o desmembran para comunicar un mensaje y desaparecer-, según leemos en la portada de su primera edición española, en sus páginas se nos propone "un viaje por y con el mundo de la droga, donde se mezclan alucinaciones y metamórfosis, pesadillas y delirios poético-científicos, erotismo y perversiones (...). De este modo queda trazado el retrato de la sociedad actual en el avanzado estado de descomposición en que se encuentra debido a las epidemias de burocracia y a los controles dementes que la asfixian". Al igual que "La flores del mal" y "Madame Bovary", "El almuerzo desnudo" provocará un proceso por obscenidad. Pero el escándalo de los bienpensantes, no impedirá que Burroughs continúe la trilogía iniciada con "El almuerzo..." en "The Soft Machine" (1961) y "Nova Express" (1964). Cuando aparece esta última, abandona Tánger, donde ha residido durante los últimos diez años en base a la facilidad que la ciudad marroquí ofrece para la adquisición de drogas. Fijado en París su nuevo domicilio, para unos, el escritor es el mayor representante de la contracultura; para otros, uno de los grandes innovadores de la novelística contemporánea. "Las últimas palabras de Dutch Schultz" (1969), "Exterminador" (1973) y "Ciudades de la noche roja" (1981) son algunos de los títulos posteriores de William S. Burroughs, que en los años 70 comienza a ser un mito para los punks, como lo fuera en los 60 para los hippies y en los 50 para los "beatnicks". Cuando muere en 1997, nadie duda que ha sido es uno de los mejores escritores norteamericanos del siglo XX.
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