sábado, diciembre 18, 2004

LOUIS ARAGON

Fue integrante del grupo fundador del movimiento surrealista y de la revista "Littérature", junto a André Breton y Philippe Soupault, el escritor Louis Aragon llegó a participar en la Primera Guerra Mundial entre 1915 y 1917. Esa experiencia lo marcaría profundamente, como a toda su generación. En 1932, Aragon rompió con el surrealismo, adhirió al "realismo socialista" propugnado como estética oficial por el stalinismo (combatida dentro y fuera de la URSS) y se convirtió en uno de los intelectuales orgánicos del Partido Comunista Francés.
En "Una ola de sueños", Louis Aragon intentó definir por primera vez la surrealidad: "el horizonte común de las religiones, de las magias, de la poesía, de la locura, de las ebriedades y de la vida endeble". Una ola de sueños, que podría considerarse como el verdadero primer manifiesto del movimiento surrealista, acaba de ser publicado en la Argentina. El rescate del texto de Louis Aragon produce esa operación reanimadora otorgando iluminaciones novedosas acerca de los recorridos del surrealismo. Las consideraciones que, por lo general, se realizan sobre Aragon están teñidas por la ruptura que realizara con el movimiento surrealista y su posterior adhesión al Partido Comunista Francés y al "realismo socialista", marco estético alumbrado por el stalinismo. En 1932 la separación se produjo debido a que André Breton lo intimó a plegarse a la disciplina surrealista, cuando él estaba sometido a la del partido. Seis años después Breton escribiría junto a Leon Trotski un furibundo manifiesto que condenaba la estética soviética oficial. Mientras tanto, Aragon se convertía en el poeta del PCF y en uno de sus intelectuales más reconocidos. "Siempre consideré a esta ruptura como una gran desgracia", comentó Aragon en 1968 en una entrevista. En mayo de ese año, las paredes parisinas recogían el programa y las máximas del surrealismo, mientras Aragon era dejado a un lado, o repudiado, por los jóvenes en estado de rebelión. Quizá por eso sus textos tempranos fueron ignorados aun por la crítica literaria. Phillipe Sollers, por ejemplo, decía que a Aragon le había faltado elaborar aquella obra maestra de sesenta páginas que lo inscribiera en la historia de la literatura. Evidentemente no había leído Una ola de sueños ni El campesino de París, dos obras maestras inclasificables, de treinta y cien páginas, respectivamente. Escritos simultáneamente, estos textos no fueron reeditados a pesar de la importancia que ambos tuvieron en su época. El libro de los pasajes, de Walter Benjamin, dialoga constantemente con El campesino de París, mientras que Una ola de sueños es uno de los libros fundadores del surrealismo, en cuanto narra sus orígenes, menciona las palabras surrealidad y surrealismo por primera vez, le otorga un sustrato filosófico sobre el que erigirse y propone un programa antes que cualquier manifiesto de Breton. Aragon escribe sobre los primeros experimentos de escritura automática realizados por Breton y Phillipe Soupault y las primeras elaboraciones acerca del carácter de los sueños. A René Crevel, cuenta Aragon, una dama con poderes de medium le reveló el método para entrar en trance hipnótico y esta experiencia fue compartida por varios de sus compañeros surrealistas que se encontraban para hablar sonámbulos y tomar nota de sus dichos y vivir entonces en estado de constante poesía. Estaba comenzando la revolución surrealista, nacida, según sus impulsores, para transformar las estructuras —como quería Karl Marx— y para cambiar la vida —como aconsejaba Arthur Rimbaud. Como dicen en su declaración colectiva de 1925: "No tenemos nada que ver con la literatura. El surrealismo es un medio de liberación total del espíritu". El texto de Aragon incluye un inventario de las principales fuentes de inspiración y de los protagonistas de un movimiento artístico que influiría de manera decisiva en la cultura del siglo XX. Por allí desfilan, entre los primeros, Raymond Roussel, Saint John Perse, Pablo Picasso y, claro, Sigmund Freud. Entre los últimos, menciona a Paul Eluard, magnífico poeta y esposo de Gala, quien lo abandonaría por Salvador Dalí; a Man Ray, que los fotografió para la posteridad; a Antonin Artaud, que luego de una agitada vida terminaría sus días en el hospicio de Rodez; a Mathias Lübeck, de quien sólo se conserva un libro de poemas y quien, se sabe, murió fusilado por la Gestapo; a Pierre Naville, más tarde emisario de la Cuarta Internacional trotskista en Francia. Muchos de ellos fueron excomulgados del surrealismo por apartarse de su férrea disciplina. El mismo Soupault, uno de los fundadores de la revista Littérature, fue excluido junto a Artaud, acusados de "crimen literario". "A mí se me reprochaba publicar mucho, mi desenvoltura y no tomarme jamás nada en serio. Hay que tomar en cuenta el costado desagradable, ritual, del surrealismo. Uno estaba obligado, entonces, a estar todos los días, a las cinco en punto, en el café donde el grupo tenía sillas reservadas, y si un día uno faltaba, al siguiente le preguntaban en tono de sospecha por las razones de aquella ausencia. Personalmente, me gustaban las mujeres y los viajes. París me aburría", contaba Soupault en una entrevista en 1969. Una generación atravesada por la pasión y compelida a intervenir en los grandes acontecimientos que los circundaban. Hombres y mujeres que habitaban la patria de la historia. ¿O puede denominarse de otro modo a individuos como Robert Desnos, el más famoso de los "soñadores" surrealistas, quien durante la ocupación nazi militó activamente en la Resistencia, publicó libros de poemas y novelas bajo seudónimo, fue apresado por la Gestapo y deportado a los campos de exterminio de Buchenwald y Terezin, donde murió de tifus días antes de la liberación por los aliados? Sobre su cadáver se encontró un último poema, dedicado a su mujer Youki, a quien amó locamente, como un surrealista. El poema dice así: Tanto soñé contigo, / caminé tanto, hablé tanto, / tanto amé tu sombra, / que ya nada me queda de ti. /Sólo me queda ser la sombra entre las sombras / ser cien veces más sombra que la sombra / ser la sombra que retornará y retornará siempre / en tu vida llena de sol. Para Aragon, no son los grandes acontecimientos históricos los que determinan un imaginario que une a los miembros de una generación, sino que ese rol lo cumple un pequeño número de hechos cuyos ecos debían haber sido oídos durante la infancia, poseedores entonces de un "valor parlante". Aragon enumera, para el caso de los niños que más tarde fundarían el movimiento, los combates de Algeciras, el sitio de París, el relato de un 10 de mayo: "vocablos sin representación, pero cuya significación terrorífica era conocida por todos". Estos materiales lingüísticos son los que dan forma al surrealismo, que para Aragon podría ser definido como un nominalismo absoluto, tal como consta en Una ola de sueños. El texto comienza delimitándose virulentamente de los pensadores positivistas, de cuyos espíritus dice que son "monstruos híbridos, hijos del singular amor entre el zopenco y la hija del cernícalo". Aragon concibe al surrealismo como una expresión del "materialismo trascendental", una superación del idealismo alemán, cuyo centro es "la imagen" y cuya materia es "el lenguaje". "No hay pensamiento fuera de las palabras", escribe Aragon y para los surrealistas el mundo de las palabras es el de la acción. No deja de ser asombroso que Benjamin escribiera esto en Berna; no muy lejos de allí, en Zurich, otros expatriados, entre ellos Tristan Tzara, ponían en marcha el movimiento Dadá, antecedente directo del surrealismo. El surrealismo, es opinión generalizada, se encuentra en muchas de las manifestaciones presentes de la creación. Si Breton propugnaba la aproximación de dos realidades distantes que juntas producirían una imagen de mayor potencia emotiva y mayor realidad poética, ¿no es éste, acaso, el método más difundido para realizar un videoclip? Discutir hoy los alcances de este movimiento implica entonces la apertura a otros interrogantes.
Los tiempos han cambiado desde aquel destello colectivo que tuvo su auge entre las guerras, pero el surrealismo siempre está volviendo. "La necesidad de cambiar la vida, que la poesía deba ser hecha por todos, la certeza de la centralidad del amor: creo que aquellas ideas siguen conservando plena actualidad". Como quiera que sea, el movimiento también retornó a la vida de Aragon, fallecido en 1982. Al final de sus días, la misma persona que fue por toda una vida amante de la novelista rusa Elsa Triolet, cuñada de Maiacovski; el que integró el Comité Central de uno de los partidos comunistas más importantes de Europa; aquel que protestó, empero, por la invasión soviética a Checoslovaquia; el hombre que instituyó a las palomas de Picasso como símbolo universal de la paz, manifestó una nostalgia vital por sus días dentro del surrealismo. Esa es, seguramente, la materia con la que compuso este fragmento de su poema, Le Roman inachevé: A pesar de todo lo que llegó a separarnos / oh amigos de entonces sólo os veo a vosotros, / y en mi memoria recorrida por un estremecimiento / conserváis siempre la mirada de antaño.


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