domingo, marzo 20, 2005

El dinero como mandato bíblico

¿Cómo se vincula la historia del pueblo judío con la acumulación de dinero? En su último ensayo, Jacques Attali repasa tres milenios de historia y narra la epopeya de los banqueros, mercaderes, campesinos, obreros e intelectuales que financiaron el nacimiento del capitalismo y que llegaron a ser, también, sus adversarios más implacables. "No se me escapa la condena sobre este tabú", dice el economista en su libro, que aquí se anticipa en exclusiva. Además, el análisis de la obra, la opinión de un rabino y una entrevista con el autor.
Mitos. Confusiones. Desconocimiento. Pasiones. Es casi imposible abordar el tema de los judíos y el judaísmo sin estas cargas valorativas que dificultan un acercamiento sensato a la cuestión. Jacques Attali lo intenta desde un ensayo cuyo provocativo título parece diseñado para satisfacer lo más estereotipado de los prejuicios: Los judíos, el mundo y el dinero. El autor es un prolífico pensador y político europeo, con amplios y variados intereses intelectuales, lo que se refleja en su texto: la plasticidad para abordar en forma libre y ensayística una cuestión compleja, y la forma no académica de tratar la cuestión.Attali presenta una interpretación estilizada de la historia judía, desplegando una gran masa de información y análisis, en forma ágil y clara. A la vez focaliza una relación particular, que es la de los judíos con el dinero, aunque esta última palabra —que sólo aporta confusión— engloba un conjunto más amplio de relaciones con la riqueza material, la producción, la tecnología, las finanzas, y las ubicaciones que tuvieron los judíos en la estructura económica en diferentes momentos de la historia. El intento no deja de ser audaz, en la medida en que pretende algo en lo que muchos han fracasado: encontrar una clave universal para explicar todos los hechos de la larga y vasta historia judía. El tema es aún más complicado porque la propia definición de judío o judaísmo no es unívoca, ni siquiera para los propios judíos. Si el judaísmo fuese sólo una religión, la histórica carencia de una autoridad suprema capaz de imponer una definición priva de la posibilidad de una versión excluyente del tema. Pero como el judaísmo también se ha expresado en múltiples creaciones idiomáticas, artísticas, y en un acervo de tradiciones, comportamientos, el objeto de estudio "judíos" se vuelve variado y con fronteras difusas. Más aún si se pretende dar cuenta de las peripecias de éstos en un lapso de 30 siglos.Attali encara el desafío con un primer acierto: el uso de la dicotomía pueblos nómades/pueblos sedentarios para entender las relaciones que se fueron estableciendo entre los migrantes judíos sin territorio y los sucesivos pueblos "territoriales" con los cuales convivieron. Este par nómade/sedentario ha sido tradicionalmente utilizado por la antropología para el estudio de tribus y pueblos prehistóricos y de los albores de la "civilización", pero él lo usa más abarcativamente, para mostrar las relaciones de colaboración-conflicto que se dan entre ambos tipos de comunidad prácticamente hasta la actualidad.Entender la compleja dinámica de los procesos de integración y rechazo que se producen entre grupos humanos diferenciados es importantísimo aquí, porque permite eludir las trampas de los relatos maniqueos y esencialistas; y porque además arroja una imagen mucho más matizada sobre la historia judía: no está hecha sólo de expulsiones, pogroms y genocidios, sino también de largos períodos de fructífiera y armoniosa convivencia, intercambios enriquecedores y complementariedades culturales y productivas que favorecieron la prosperidad de "nómades" y "sedentarios". Por supuesto que sin incorporar las explicaciones sobre los ciclos de exclusión no puede entenderse la continuidad del movimiento secular de los judíos hacia las regiones que les permitían afincarse. De los casi 6 millones de judíos existentes en la época del imperio romano, a los 13 millones existentes en la actualidad, muchos perecieron producto de persecuciones, privaciones, pestes y expulsiones, pero seguramente muchos más se integraron a las regiones y países en los que pudieron acceder a cierta "normalidad" económica y social. Probablemente la fragilidad a la que estaban sometidos —como otras muchas minorías—, su no pertenencia a las corrientes religiosas dominantes, su dispersión territorial que permitía encontrar eventualmente ayuda para reubicarse luego de situaciones traumáticas, y los saberes incorporados producto de tales devenires, crearon una especialización y reforzaron este carácter nómade a través de los siglos. Sin embargo, la nostalgia de una vida sin amenazas ni desventuras, se mantuvo presente, incorporada incluso en la liturgia y lanzada hacia el futuro bajo la esperanza de una redención mesiánica que se demora en llegar.En el apasionante recorrido del libro a través de geografías, culturas y acontecimientos, se alcanza a percibir lo azaroso y dramático de la vida judía en tanto grupo sujeto a desarrollos históricos incontrolables, sobre los cuales puede actuar en muy escasa medida, adaptándose y tratando de sobrevivir a crisis y hecatombes diversas. Nacimiento y destrucción de grandes imperios —desde Babilonia y Roma hasta Austria-Hungría o el Imperio Otomano—; surgimiento de civilizaciones; construcción de un sistema económico mundial —Cruzadas, revolución industrial—; colonización de América, Africa y Asia; explosión de la modernidad; Revolución Francesa, Iluminismo, nacionalismo, socialismo… Cada acontecimiento de la historia universal incidió en la vida judía, su cultura, su locación geográfica, su inserción económica, su posibilidad de ser o de dejar de ser.En este gigantesco fresco histórico aparece clara la configuración del perfil económico y social de los judíos a partir de las demandas y restricciones impuestas por los diversos poderes territoriales. Antes y después del año mil, son convocados —o al menos tolerados— en diversas regiones, donde se los considera útiles por sus conocimientos como artesanos, por sus contactos comerciales, por su posibilidad —prohibida por la Iglesia a los cristianos— de realizar préstamos, por saber leer y escribir. Luego de extensos períodos de colaboración y respeto, el propio desarrollo local generó en muchos casos fuerzas sociales que competían abiertamente con los judíos en sus mismas actividades, constituyendo una de las bases sobre las que prosperó el antisemitismo y las más descabelladas —pero oportunas— acusaciones contra los judíos. Luego de las Cruzadas, el salvajismo en Europa toma nuevas dimensiones y se empiezan a multiplicar las expulsiones: forma encubierta para proceder al saqueo de sus bienes y las masacres. Attali es muy claro en su descripción del complejo proceso de vinculación de los judíos a la "usura", en el marco más amplio del comienzo del mundo feudal, las prohibiciones de acceso a la tierra, la introducción del dinero y la financiación, en muchos casos compulsiva, de las actividades de los señores y reyes cristianos. Uno de los aspectos destacables de la investigación es la claridad con la que ataca una serie de mitos establecidos, sobre todo en los últimos siglos. Si bien en la enorme mitología acuñada sobre el tema los desvaríos no se renuevan sino que se acumulan, en la "era de las Luces", muchos de los prejuicios adquirieron la forma de "conocimiento científico" y fueron consolidados desde las ciencias sociales por grandes autores. Attali no tiene temor en enfrentar a Marx, Sombart y Weber, mostrando evidentes debilidades y limitaciones en sus interpretaciones sobre el papel económico de los judíos en el capitalismo. Para ello dispone de una perspectiva histórica más amplia, y de fuentes bibliográficas más ricas y diversas que las disponibles en Europa a fines del siglo XIX. En ese sentido, se revelan como fuertemente ideológicos los intentos de explicar la "cuestión judía" por la situación material de los judíos en la Europa Occidental Moderna. Con los elementos históricos actualmente disponibles, carece de cualquier sustento serio el intento de asimilar a los judíos masivamente a las altas finanzas. Mientras en el Oriente la masa de judíos se componía básicamente de artesanos, campesinos y hombres dedicados a numerosas actividades de servicio y comercio, en la época en que se escribieron famosos ensayos sobre los judíos (comerciantes según Marx; financistas según Weber), la inmensa mayoría se encontraba apiñada en Europa Oriental, bajo severas circunstancias, en pequeñas aldeas, sobreviviendo de mínimas actividades que les permitían los zares dominantes en la región. Para no mencionar el carácter eurocéntrico de todos estos análisis, que ignoraron la dinámica diferenciada de la vida judía en los países de "Oriente".Otro elemento valioso del análisis de Attali es la combinación entre la macro y la micro historia. Muchas de las historias de vida presentadas, aparte de aportar amenidad al texto, ilustran el clima económico y cultural de distintos períodos y brindan material para nuevas reflexiones e interpretaciones. Estas historias de vida, más diversos documentos y declaraciones, superan largamente muchas de las novelas de historia-ficción tan de moda en los últimos tiempos. Estos personajes muestran una increíble diversidad de caracteres y comportamientos que contribuyen a romper mitos internos y externos sobre la homogeneidad judía.Uno de los puntos débiles de libro —Attali queda preso del título de la obra— es que no pondera adecuadamente los enormes esfuerzos realizados por parte de los judíos para liberarse del dinero, y del capitalismo, en los últimos dos siglos. Así, la presencia de un activísimo movimiento obrero judío a comienzos del siglo XX, el involucramiento extraordinario de intelectuales, artistas y militantes en movimientos progresistas, de izquierda y revolucionarios, y la creación de uno de los experimentos sociales más interesantes del siglo XX —el kibutz—, aparecen como elementos anecdóticos, que el autor no vincula, a pesar de su relación directa, con una de las hipótesis del libro: el dinero como una forma que hallaron los judíos en su desvalimiento histórico para "comprar" libertad y, a veces, la vida.Una de las afirmaciones contundentes que hace Attali sobre la convivencia de los judíos con sucesivos pueblos "sedentarios" es que por diversas razones los judíos estaban interesados en la prosperidad general, ya que de ello dependía el propio bienestar. Si bien esto tiene sentido en general, no puede dejarse de matizar con las particularidades de las relaciones e intereses de los diversos sectores que componían las comunidades judías y los pueblos que los recibían. Las lógicas sectoriales no coinciden necesariamente con la racionalidad colectiva. El antijudaísmo de ciertos estamentos tuvo muchas veces efectos empobrecedores en los países donde se ejerció masivamente y la prosperidad estridente de algunos judíos poco significó en términos de la suerte de la gran mayoría de las comunidades. Pero Attali se basa en esta premisa —"los judíos, interesados en el bienestar general"— para trazar un pronóstico sobre el destino del Estado de Israel en relación al Medio Oriente. Según el autor, continuando su lógica de la historia judía, Israel está interesado en el bienestar de la región para poder prosperar. Pero para ello debe estar dispuesto a un involucramiento político, económico, cultural que lo llevaría a una suerte de "disolución" en la región. De lo contrario, continuaría con un curso de conflicto y muerte, que llevaría a un progresivo "vaciamiento" del país, que sería abandonado por sus estamentos más cultos y capaces, al no soportar el estado de violencia continua. Nuevamente, la lógica de la convivencia y el intercambio dependen de actores no sólo judíos cuya racionalidad está por verse. Probablemente el autor esté reflejando cierta impaciencia europea en pacificar una región de la cual recibe no sólo insumos productivos estratégicos, sino influencias políticas y culturales que impactan sobre sus propias minorías islámicas.Las referencias a América latina y en especial a la Argentina son escasas. Seguramente, la dimensión numéricamente reducida de estas comunidades se combina, en la percepción de Attali, con el triste desempeño económico de la región frente al enorme desarrollo de Estados Unidos y Canadá. Se cumple, aquí también, el vínculo inexorable entre los judíos y su entorno. También en Argentina la historia de la relación "nómade"-"sedentario" mostró numerosos altibajos. La sed de sedentarizarse de los judíos que llegaron a la Argentina, huyendo del derrumbe y la opresión de los imperios zarista y otomano, chocó muchas veces con las manifestaciones racistas y xenófobas de cierto nacionalismo clerical que permeó diversos sectores de la sociedad. Las manifestaciones más criminales del antijudaísmo local se expresaron en la Liga Patriótica, la Alianza Libertadora Nacionalista, Tacuara, y en las prácticas genocidas de los militares de la última dictadura. Los prejuicios y las viejas ideas provenientes del medioevo europeo se mostraron sumamente persistentes, y con una clara autonomía en relación a supuestas "realidades económicas objetivas" que les pudieran dar una mínima verosimilitud. Paradójicamente, los brutales atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA pueden haber contribuido a un interés y un conocimiento mayor de la sociedad en relación a qué son, qué hacen, y cómo viven los judíos. Y a debilitar muchas leyendas antijudías arraigadas en el imaginario popular. Luego de la lectura de este libro, surge con claridad una relación dialéctica entre las circunstancias históricas y los judíos, en la cual se hacen inteligibles varios de los "misterios" que han acompañado la vida —o sobrevida— de este grupo humano a través de las épocas. Es indudable que Los judíos, el mundo y el dinero, no exento de afirmaciones o énfasis discutibles, aporta a un mayor conocimiento de una problemática en la cual la confusión y la ignorancia son generosamente compartidos por judíos y no judíos.

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