sábado, enero 28, 2006

Sarmiento, el escritor oculto

Los textos de Domingo F. Sarmiento, publicados en diarios de época y reunidos por su nieto en 1903, reclaman una edición moderna que repare autocensuras y errores. Una ley de 1999 creó un comité científico y la tarea se inició, pero en 2005 quedó prácticamente en la nada. En el año 2011 se cumplirán dos siglos del nacimiento de Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), pero todavía no existe una edición confiable de todos sus escritos. Se trata de una obra dispersa, porque muchos de sus textos se publicaron primero en diarios —locales o extranjeros— y llegaron al libro enfrentando condicionamientos editoriales y políticos de la época, mientras que otros escritos —cartas, manuscritos— permanecen inéditos en archivos poco accesibles. Hoy, cabe pensar que nunca se concretará esta edición actualizada —es decir, crítica, revisada y anotada, lo que significa ir a las fuentes y contrastar textos—, a menos que aparezca un patrocinador privado o que el Estado se decida a asignar la plata. Sarmiento seguirá siendo un desconocido para los argentinos por distintas razones que van desde la indiferencia oficial hasta la falta de presupuesto. Se necesitarían 200.000 pesos anuales durante cinco años y nadie los dará, dicen los antiguos responsables del Comité Científico Sarmiento. Mientras tanto, voceros de la Secretaría de Cultura de la Nación, a cargo de José Nun, explicaron que los fondos necesarios "nunca integraron nuestra partida presupuestaria, pero Nun no tendría objeciones en hacer la edición si esa plata llegara".Desde el ámbito oficial se ha dicho también que esta edición crítica no es prioritaria porque ya hay una edición de las obras completas de Sarmiento hecha por la Universidad de La Matanza en 2001. Pero los entendidos aseguran que esa edición reproduce todos los errores y censuras de las dos ediciones anteriores, hechas en los años 1903 y 1948.El hecho es que en marzo de 2005 Nun decidió disolver el Comité Científico Sarmiento por falta de presupuesto. El comité debía editar las obras completas de Sarmiento de acuerdo con la ley 25.159, sancionada por el Congreso de la Nación en setiembre de 1999. Esa ley declaraba a esta edición "de interés cultural de la Nación" y creaba el comité, integrado por representantes del Ministerio de Educación, la Secretaría de Cultura, el Museo Casa Natal de Sarmiento, la Universidad Nacional de San Juan, la Academia Nacional de la Historia, la Academia Argentina de Letras, el Museo Histórico Sarmiento y la Biblioteca del Congreso de la Nación.Este comité tenía que hacer una edición "revisada y anotada con una estructura de análisis e introducción erudita de las obras del prócer", dividida en tomos —las ediciones antiguas tenían 52 tomos de textos y 1 tomo de índice, la nueva podría sumar más de 60 tomos— además de crear un sitio en Internet para facilitar el acceso a la vida y la obra de Sarmiento. Las tareas del comité consistían en elaborar un presupuesto de edición, determinar el número de ejemplares y la calidad de edición y presentación, investigar y recopilar los textos y pedir la colaboración de especialistas dedicados al estudio de la obra sarmientina. Los gastos serían atendidos con "un fondo especial que integrará la partida presupuestaria de la Secretaría de Cultura". La ley aceptaba posibles aportes económicos "de particulares". Se planeaba una edición inicial de mil ejemplares de la obra —con el criterio de una "edición nacional", sin fines comerciales— para distribuir en bibliotecas, universidades, embajadas e instituciones. En la práctica, el comité se fue muriendo de a poco y Sarmiento terminó como un muerto mal enterrado. Según pudo reconstruir Ñ en conversaciones con quienes trabajaron al frente del Comité Sarmiento —la coordinadora general, Manuela Fingueret, y la coordinadora científica, María Gabriela Mizraje—, nunca hubo recursos para hacer posible las tareas. No había una oficina para trabajar, ni papel y computadoras disponibles, tampoco una computadora portátil para transcribir materiales de archivos. Los sueldos de los directivos del comité y de los pocos pasantes se pagaban de vez en cuando, o nunca. Al final ni siquiera había pasajes para los integrantes del comité que debían viajar a Buenos Aires para las reuniones de trabajo. En este panorama se destacó la colaboración honoraria del embajador Javier Fernández, que murió en 2004 y era el mayor bibliófilo sarmientino. A pesar de todas estas contrariedades, en marzo de 2005 el Comité Sarmiento dejó al menos seis tomos listos para editar: Facundo, Recuerdos de provincia, Argirópolis, Viajes, Discursos parlamentarios y Papeles del presidente. Esos textos duermen en algún depósito de la Secretaría de Cultura y probablemente nunca vean la luz. Se llegó a armar una página en Internet sobre Sarmiento, que luego fue desmantelada por falta de actualización.Las dificultades para concretar una buena edición de las obras de Sarmiento parecen venir de lejos. Por iniciativa del entonces presidente del país, Julio Roca, en 1884 el nieto del prócer, Augusto Belín Sarmiento, hizo con Luis Montt la primera edición de las obras de su abuelo —se completó en 1903— pero "suprimió textos valiosos y cometió errores", asegura la escritora Manuela Fingueret, contratada en 2000 por el entonces secretario de Cultura, Darío Lopérfido, para ser la coordinadora general del Comité Sarmiento."Pasaron muchos funcionarios desde entonces, desde Lopérfido a Rubén Stella —que se movió bastante para ayudarnos— y luego Torcuato Di Tella, que nunca conseguía la plata necesaria por los recortes que hacía el Ministerio de Economía. Necesitábamos unos 200.000 pesos anuales durante cinco años, en una cuenta que sería controlada por un administrador a designar. En marzo de 2005, Nun admitió que no tenía plata y que esta edición nunca estuvo entre sus prioridades", comentó Fingueret.La investigadora María Gabriela Mizraje, quien fue designada coordinadora científica del Comité en 2002 y lo dirigió hasta el final, destacó: "el problema con Sarmiento es que casi todos sus libros se arman con artículos suyos dispersos en diarios, cada volumen editado por Belín nació de una reunión de estos artículos. Pero Belín sufrió condicionamientos editoriales. Por caso, el presidente que sucedió a Roca, Juárez Celman, podía cortar el financiamiento de la edición por motivos políticos. Belín editó lo que pudo y como pudo. Las ediciones de 1948 y 2001 solo reproducen sus errores y autocensuras. Por eso una edición actualizada necesariamente tiene que volver a las fuentes, rastrear en diarios y manuscritos, en originales que pueden estar acá, en Chile, Francia o Estados Unidos". Sarmiento fue valorado por personalidades de las más distintas ideas políticas: Jorge Luis Borges, Arturo Jauretche, David Viñas, Ricardo Rojas o Ezequiel Martínez Estrada. Su escritura y sus ideas merecen un debate contemporáneo, debate que llegaría con el esfuerzo de una nueva edición. Reeditar a Sarmiento no es sólo una cuestión de plata, es una decisión de política cultural en su sentido más hondo.

No hay comentarios.: