jueves, diciembre 30, 2004

DADAISMO


El dadaísmo se ha considerado una corriente artística de la cual han partido experiencias sumamente interesantes. Por lo general, se lo había tratado como un mero colofón del Futurismo Italiano, o bien como etapa introductoria al Surrealismo. Pero sus propios valores le confirieren una potencia de irradiación que le permite presentarse como otra vanguardia. Dadá está en contra de todo, incluso de él mismo. Fue una actitud más que un estilo, un movimiento de protesta contra el mundo socio-cultural de la época. En un mundo corrupto no hay lugar para una obra constructiva. Da importancia a lo intuitivo, repudiando la razón.

Quizá el punto de partida deba situarse en 1913, fecha en la que tuvo lugar la famosa exposición del Armory Show en Nueva York. Determinados artistas europeos, entre ellos Francis Picabia y Marcel Duchamp, se trasladaron a esa ciudad con el objeto de dar a conocer allí sus realizaciones. Esto dio lugar a la aparición del grupo Pre-Dadá. Ya en esa oportunidad los artistas utilizaban, para titular sus obras nombres inventados, carentes de significado y relación con la obra en sí. Lo cual se relaciona con los célebres poemas fonéticos dadaístas, efectuados por Ball tres años más tarde. En la exposición también participó el fotógrafo Alfred Stieglitz. Dueño de la 291 Gallery en Nueva York, quien también dirigía una revista, que en 1915 se llamaría 291. Ya en su primer número aparecerían como colaboradores Guillaume Apollinaire y Francis Picabia, convirtiéndose en un claro precedente de las revistas dadaístas posteriores. En plena Gran Guerra, un joven poeta alemán llamado Hugo Ball se trasladó con su compañera, Emmy Hennigs, a la ciudad de Zurich, en la neutral Suiza. Siendo ella bailarina y pianista proyectan para ganarse la vida, transformar una taberna de chicas de alterne en café literario, fundando el Cabaret Voltaire, el 1 de febrero de 1916, sede del primer grupo dadaísta. Al poco tiempo contarían con la colaboración del poeta y pintor alsaciano Hans Arp y el artista rumano, Tristan Tzara. Juntos desarrollaron una serie de actividades en el Cabaret que rápidamente se divulgaron debido a su profundo carácter de provocación. En poco tiempo el lugar se convirtió en puerto de una gran cantidad de poetas y pintores que buscaban horizontes nuevos dentro de un arte que creían agotado.

Nace, así, el más libertario de los movimientos artísticos: "Dada", revolucionando y transgrediendo cuantos conceptos se tenían hasta el momento sobre el arte. Mucha veces se ha explicado el dadaísmo inicial relacionándolo directamente con el caos inherente a la situación bélica por la que pasaba Europa. En el dadaísmo se advierte desde los inicios una clara tendencia a valorar lo subversivo, a mostrar un preferencia por lo irracional y a mantener frente a cualquier hecho una postura profundamente nihilista. La negación de los valores preestablecidos se verificó en los primeros momentos del Cabaret de un modo aparentemente ingenuo, a través de ruidos, algarabía y peleas. Pero el trasfondo era en realidad muy potente y sirvió para trastocar los cimientos de la cultura y el arte tradicional hasta puntos insospechados. Aunque los iniciadores del ruidísmo hubieran sido los futuristas italianos, las sesiones dadaístas eran mucho más espectaculares, pues en gran parte de ellas, los artistas no se limitaban a producir ruidos o leer poemas simultáneamente, sino que llevaban a cabo acciones, ostentando trajes y máscaras diseñados por algunos de ellos. El término Dadá surgió al poco tiempo de haberse inaugurado el Cabaret Voltaire. Fue Tristan Tzara quien, al abrir al azar un diccionario, se topó con esa palabra que, desde luego, no posee significado alguno. Con respecto al dadaísmo,

Tzara mantuvo siempre que no respondía a teoría preestablecida alguna y que nunca pretendió ser más que una protesta. Dadá carecía de programas previos, y puede afirmarse que su esencia era antiprograma. Eso pudo haber sido lo que ayudó a hacer que el Dadaísmo se propagara en todas direcciones, libre de presiones estéticas y sociales. Los dadaístas estuvieron siempre estimulados por un impulso destructivo ante todas las manifestaciones artísticas existentes, a la par que propugnaban la negación de todos los valores establecidos. En todas las composiciones dadaístas el azar desempeñaba un papel decisivo. En el ámbito literario fue Tristan Tzara quien llevó a sus últimas consecuencias la intervención del azar. Los versos libres, obtenidos por la extraña fórmula propuesta por el poeta Dadá, inundaron las páginas de las publicaciones dadaístas. En esa “receta” para hacer un poema dadaísta Tzara recomendaba lo siguiente: “Agarre un periódico. Agarre una tijera. Escoja en el periódico un artículo de la longitud que cuenta darle a su poema. Recorte el artículo. Recorte en seguida con cuidado cada una de las palabras que forman el artículo y métalas en una bolsa. Agítela suavemente. Ahora saque cada recorte uno tras otro. Copie concienzudamente en el orden en que hayan salido de la bolsa. El poema se parecerá a usted…” En los textos de los poetas y escritores dadá se llegaría a unas situaciones límite, de las que difícilmente se podrían hallarse precedentes. La irracionalidad es exaltada hasta límites insospechados, por lo que se convierte en una auténtica vía de escape para muchos. En el manifiesto Dadá de 1918 Tzara especifica: “Dadá no significa nada”. “Así nació DADA de una necesidad de independencia, de desconfianza para la comunidad…” Proclama la libertad como elemento esencial de toda actividad dadaísta, a la par que afirma que “Dadá es la insignia de la abstracción…”.

Los manifiestos se publicaron empleando una tipografía revolucionaria, sin más precedentes que algunos textos futuristas. Distintos tipos de letra se mezclaban, variando la intensidad de los caracteres, así como también sus tamaños. Los dadaístas lograron captar rápidamente la atención de los lectores. Lo subversivo de sus planteamientos llegaba así a afectar no sólo el contenido de sus escritos, sino también a sus aspectos. En ocasiones Tzara muy explícitamente arremete contra el lector – “y ustedes son unos idiotas”. Otras veces, como en el retrato que hace de sí mismo, no duda de calificarse de idiota, farsante bromista, feo, sin expresión en el rostro y pequeño para llegar a la conclusión de que “soy como todos ustedes”. La agresividad del lenguaje dadá es el factor más significativo que impregna cuantos textos realizan los dadaístas. El trasfondo de la literatura dadaísta siempre es revolucionario y se alza en contra de cualquier normativa. De 1913 data el primer ready-made de Marcel Duchamp, la Rueda de bicicleta. La descontextualización del objeto rueda y de su integración en el taburete blanco de cocina implica una total revisión del hecho artístico en sí. El ready-made más controvertido de todos los propuestos a lo largo de su vida por Duchamp fue la famosa Fountaine de 1917, presentada al comité de selección de obras de los “Independientes” de Nueva York. En esa ocasión, Duchamp prefirió no dar su nombre y firmó el urinario con el nombre de R. Mutt. El jurado, escandalizado ante lo que consideraron unánimemente un acto de grosera provocación, decidió arrinconar la pieza y no exponerla. Esta obra expuesta por Duchamp pasó a convertirse en objeto “estético” gracias a que Stieglitz lo fotografió. Esta obra, junto con otras tantos como en Portabotellas del año 1914 o el Perchero de 1916, Duchamp se había limitado a sacar los objetos de su contexto habitual y a situarlos en otros, sin proceder a tipo alguno de transformación ni asociación con otros elementos del entorno cotidiano. La actividad descontextualizadota implica en todos los casos una revisión del objeto elegido por parte del artista que lo sitúa ante los ojos del espectador atónito que no sabe exactamente qué debe pensar frente a algo semejante. Es precisamente la trivialidad del objeto lo que más llama la atención. El hecho de que no sea algo excelso, ni bello, ni con ambiciones de eternidad y que, por el contrario sea un objeto próximo a cualquier persona, es factor que más contribuye a desorientar.

¿Debe verse como objeto propiamente artístico o no? Lo cierto es que la postura dadaísta frente a la manifestación artística fue radical y muy clara, al reindicar la “antiarticidad” de las obras por ellos realizadas. La premisa de lo negativo impregna cualquier obra dadá y las escalas de valores aplicables a manifestaciones artísticas no son válidas ante aquéllas. Para los dadaístas, las máquinas eran sinónimo de destrucción, y concebían que la guerra era una gran sinsentido, para lo que el progreso había colaborado. Por ese motivo, las máquinas y todo lo que ellas comportaban eran rechazadas. De ahí surgieron los famosos “antimecanismos”. En ese contexto, la máquina fue, desde luego, valorada de manera muy negativa y, en general, se advierte siempre una postura crítica por parte de los autores dadaístas. En 1917, Richard Hulsenbeck marchó de Zurich a Berlín y en enero de 1918 organizó la primer velada dadaísta. Sin embargo, en el mes de abril, cuando se celebró la gran velada de la ¨Sala de la Cession berlinesa¨, el Dadaísmo se instauró en ese país. El caos político y la terrible situación económica por la que atravesaba Alemania tras la contienda fueron, sin duda alguna, un apropiado caldo de cultivo para el potente surgimiento del Dadaísmo alemán que, desde sus inicios, tuvo un significado mucho más popular y violento que el que pudiera haber tenido en Zurich.

Con ocasión de la gran velada de abril, Hulsenbeck publicó el Primer Manifiesto de Berlín, en el cual arremetía contra todo, e incluso llegaba a afirmar que estar en contra del propio manifiesto era ser dadaísta. Uno de los aspectos que más repercusión tuvieron en el ámbito artístico fue la declaración de Roul Hausmann que abogó por la inclusión de los nuevos materiales en los ámbitos pictórico y escultórico, como el empleo de los fotomontajes, que junto a los collages adquirieron en Alemania, gracias a los dadaístas, una importancia sin precedentes, considerando incluso las aportaciones cubistas. El 24 de junio de 1920 se celebró la Primera Gran Feria Internacional Dadá en Berlín y sólo a través de ella puede comprenderse el alcance que llegó a poseer el dadaísmo en Alemania. El cartel que anunciaba la Feria servía también de catálogo y en él figuraban como organizadores el Mariscal Grosz, el Dadasoph Asuman y el Moteurdada Heartfield. El catálogo, un fotomontaje de John Heartfield, contenía afirmaciones tan contundentes como “El movimiento dadá lleva a la abolición del comercio del arte” y “El hombre dadaísta es el adversario radical de la explotación”, lo que demuestra la doble línea ideológica de los dadaísta alemanes: La ruptura con el sistema artístico burgués y la oposición política revolucionaria. En las salas de la exposición, las obras de los diferentes artistas aparecían dispuestas siguiendo la tradición de los expresionistas, amontonándolas para producir un efecto de acumulación generando una gran tensión en el espectador. Cualquier sitio vacío se llenaba con carteles o páginas de diversas publicaciones dadaístas, de modo que el conjunto poseía un aspecto un tanto vertiginoso. La enorme capacidad de provocación inherente al Dadá berlinés se puso de manifiesto en todas y cada una de sus actividades, tanto plásticas como literarias.

La aportación esencial de Schwitters al Dadaísmo fue la creación del concepto Merz. Tenía para el artista un significado bastante amplio y abstracto, pues aludía a un tipo de obra que surgía del contexto de las ruinas de la guerra, pero que implicaba una esperanza en los aspectos positivos del ser humano. Kurt Schwitters creaba ensamblajes de cartón, madera, alambre y objetos rotos, así como objetos de diversa procedencia: boletos de autobús o de tranvía, envolturas de quesos, cordeles, colillas, suelas desgastadas, etc. Elaboró una obra en su casa a la que llamó Merz-Säule. Se trataba de una escultura hecha de bultos y concavidades que tenía la propiedad de crecer como si fuera un organismo vivo. La columna tuvo su origen en el piso bajo que ocupaba el estudio del pintor y poco a poco fue creciendo a base de materiales encontrados y regalados por sus amigos hasta que llego al techo, entonces alquilo el piso superior y, haciendo un agujero en el techo, continuó su obra. En 1934 ya ocupaba dos pisos. Durante la segunda Guerra Mundial la casa fue destruida por un bombardero, acabando con la obra. De todos los collages analizados hasta el momento, los de Schwitters son los que más alto grado de inventiva poseen. A pesar de que el artista alemán optara por integrar elementos detríticos en sus realizaciones, existe en todas ellas un deseo manifiesto de lograr un efecto estético. Lo que diferencia a este artista del resto de los dadaístas alemanes es su esteticismo, la búsqueda de la obra de arte que aquellos negaban.

El 20 de abril de 1920, Arp, Baargeld y Ernst inauguraron una extraña exposición en un local al que se accedía atravesando unos urinarios. Los carteles anunciadores fueron ejecutados por Max Ernst, su color era azul y en ellos aparecían unas viñetas que representaban palomas y vacas. La exposición la abría una niña vestida de primera comunión que, al poco tiempo, comenzaba a recitar poemas obscenos. Por el suelo se hallaban objetos artísticos dispersos y al fondo del local podía verse el Fluidoskeptrik de Baargeld. Esta obra era un acuario lleno de agua teñída de rojo, simulando sangre, y en el fondo yacía un despertador junto a un brazo femenino, mientras que en la superficie flotaba una cabellera de mujer. Al lado del acuario aparecía un fragmento de manera, firmado por Ernst, sobre el cual pendía una hacha, y se indicaba al visitante la posibilidad de tomar el hacha y destruir la madera, si así lo deseaba. El conjunto provocó, una vez más la cólera del público reunido, que decidió denunciar las actividades de la muestra a la policía. Muy poco después la exposición fue clausurada.Mucho antes de que Tristan Tzara llegara a Paris en 1920, ya se tenía noticias en la capital francesa de las actividades dadaístas. El poeta rumano mantenía correspondencia con Apollinaire y era colaborador de las revistas Nord-Sud, dirigida por Pierre Reverdy, y la revista Sic, dirigida por P.A. Birot. Más tarde Philippe Soupault, Louis Aragon y André Breton fundaría Littérature, revista que difundiría en París la ideología dadaísta, en la cual muy pronto figuraría como colaboradores el propio Tzara, Paul Eluard, Francis Picabia y Ribemont-Dessaignes. Breton, admirado por el Manifiesto Dadá de 1918, decidió escribir a Tzara, actividad que se mantuvo por un año y medio en la cual Breton había informado a Tzara acerca de sus preferencias poéticas, surgiendo una amistad entre ellos. Desde que Tzara llegó a París el 20 de enero de 1920, su vivienda se convirtió en lugar de reunión de los dadaísta. Entre las primeras actividades desarrolladas por el poeta figuraba la publicación del Bulletin Dada, que lo concibió como mera continuación de la revista de Zurich. Todo en la revista poseía un claro carácter subversivo y no hacía más que continuar, subrayándolo el espíritu incendiario de las publicaciones zurichesas. Se puede decir que el año 1920 fue el año del triunfo Dadá en París. Se realizaron innumerables actividades durante ese año en el seno de esta corriente. Especialmente significativa fue la adhesión de la revista Littérature al dadaísmo, convirtiéndose en auténtico vehículo difusor de todas las actividades. Sin embargo, hay que decir que sus textos y declaraciones nunca llegaron a poseer un sentido subversivo tan evidente y profundo como el que pudiera haber tenido otras publicaciones dadaístas. El 26 de mayo de 1920 tuvo lugar una de las manifestaciones más significativas del Dadaísmo parisino: la celebración del Festival Dadá. Con ocasión del mismo aparecieron en Littérature “Veintitrés manifiestos del movimiento Dadá”. Durante 1921 se efectuaron numerosas exposiciones importantes en París, en las cuales se dieron a conocer artistas procedentes de otros lugares. Así fue que Breton se encargó de presentar a Max Ernst al público parisino. Aparte de objetos y collages, el artista de Colonia expuso numerosos dibujos y pinturas. Las innovaciones técnicas fueron muy importantes en el seno del Dadaísmo y, desde luego, no se limitaron al ámbito de la pintura. Tan sólo hay que recordar los rayogramas de Man Ray. Este artista, que ya en Nueva York había realizado numerosas obras dentro de la línea de los ready-made y de los collages, decidió instalarse en París en 1921.

Su amistad con Duchamp y Picabia pronto le proporcionó un nuevo círculo de amigos, todos los que formaban parte del grupo dadaísta parisino. Gracias a ello, no le fue difícil efectuar varias exposiciones, en las cuales mostró su capacidad extraordinaria para la fotografía. Sus rayogramas son fotos logradas sin aparato, por medio de la impresión directa del papel fotográfico sensible. Por ese procedimiento que tanto entusiasmara a Tristan Tzara, Man Ray consiguió imágenes insólitas de triviales objetos cotidianos. En el fondo su técnica le permitía trasladar al mundo de la fotografía experiencias tan ricas y novedosas como las que pudieran implicar los ready-mades. En los rayogramas, uno de los factores esenciales a considerar era la propia luz, que aparecía como parte esencial del objeto captado. Se percibía claramente que la fotografía había dejado de ser un arte secundario para convertirse en una manifestación artística de primer orden. Choca un tanto advertir que, conforme va pasando el tiempo, se acentúa el gusto por la perfección y por todo lo bien hecho.

En cierto modo, lo obra fotográfica de Man Ray se aparta del carácter destructivo de la primera etapa del Dadaísmo, como también se apartan las pinturas de Ernst o los assemblages de Schwitters. Y es que, lentamente, en el foco parisino, se van imponiendo los criterios de Breton y el movimiento Dadá se intelectualiza. El desorden, el caos sin motivo, la algarabía desenfrenada, el espíritu de anarquía del Dadaísmo más puro van desapareciendo y en su lugar comienzan a destacarse otros factores. La mentalidad metódica de André Breton exigía un orden, y ya en 1922 opinaba que el proceso de desintegración del arte, en el cual él había tomado perspectiva, estaba llegando a su fin. Sentía ansiedad por dar un giro definitivo a las actividades dadaístas, por convertirlas en algo distinto. La provocación por la provocación había dejado de interesarle. Su idea era tomar las riendas del movimiento y dirigirlo según sus criterios.

Las profundas desavenencias entre Tristan Tzara y André Breton tuvieron como consecuencia la desaparición del movimiento dadaísta como tal y el inicio del Surrealismo. Tzara no concebía siquiera la posibilidad remota de actuar siguiendo unas ciertas normas. En él, el espíritu destructivo era tan potente que cualquier acción que llevara a cabo estaba impregnada de fuertes dosis de ironía y agresividad. En cambio, Breton cada vez sentía más la necesidad de crear algo que tuviese una consistencia teórica y que estableciese con claridad unas líneas de actuación. La crisis estuvo desencadenada por un motivo concreto. El 6 de julio de 1923 debía representarse en el Teatro Michel de París la obra que Tzara había realizado con motivo del Salón Dadá de 1921, titulada El Corazón de Gas. Al comenzar la representación, los actores aparecían en el escenario portando unas pesadas vestimentas, diseñadas por Sonia Delaunay. Uno de ellos comenzó a atacar al arte moderno y nombró entre la lista de “muertos” a Picasso, Picabia y Duchamp. Al oír esto, Breton no pudo contenerse y se abalanzó sobre los actores y empezó a pegarles. Ellos apenas podían desplazarse por el escenario, pues las vestimentas hechas en cartón, imposibilitaban sus movimientos. Al ver esto, el público decidió entrar en acción y arremetió contra Breton. En seguida subieron al escenario Louis Aragon y Benjamín Péret para ayudar a Breton. Todo concluyó al intervenir la policía.

Este acto marcó el fin del Dadaísmo. El final del movimiento fue más escandaloso que sus comienzos, pero en cualquier caso su final fue coherente con su ideología de provocación y escándalo. A partir de ese momento, Tzara se dedicó a rezar la Oración Fúnebre por Dadá en diversas reuniones celebradas en distintas ciudades de Alemania, con la aceptación implícita de que el movimiento había llegado a su fin. En 1923 Breton y sus amigos ya habían comenzado a experimentar con las técnicas de automatismo, derivado de las terapias psicoanalíticas, y aplicado al ámbito de la literatura. Tan sólo una año más tarde Breton redactaría el Primer Manifiesto del Surrealismo, con lo que estableció la tan ansiada vía teórica del nuevo movimiento.

El artista dadaísta decide eliminar todo vestigio de belleza de su obra. Ya no es necesario que la pintura, la escultura, el collage o el ready-made causen estupor por su belleza. Simplemente están ahí, existen y con ello es suficiente. La finalidad de ese “antiarte” podría residir en la idea de concretar esa negación, de encontrar un sentido estético en la decidida negación del sentido metafísico. DESCONFIEN DE DADA !!!!


2 comentarios:

Anónimo dijo...

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