domingo, octubre 30, 2005

Es el filósofo más grande que tuvimos en el siglo XX

“Si Heidegger es el filósofo más importante del siglo XX, Sartre es el más grande”, dice José Pablo Feinmann en la entrevista con Página/12. “Sartre ha sido sometido a una total discusión y olvido desde el surgimiento del estructuralismo y el principal responsable de esa actitud fue Foucault, que lo agredió primero y lo ignoró después, Althusser y todo el posestructuralismo y el posmodernismo que negaron la concepción política del compromiso”, señala Feinmann, que acaba de publicar su última novela, La sombra de Heidegger, en donde hay un capítulo homenaje a La náusea. El filósofo y escritor argentino define la trilogía de Los caminos de la libertad como “un proyecto tremendamente ambicioso” que recupera, ante todo, el gran concepto de la filosofía sartreana: la libertad. –¿Cómo funciona en Sartre ese concepto fundante de libertad?–Sartre la entiende como la libertad de la conciencia intencional, de la conciencia pre-reflexiva. Ese cogito pre-reflexivo que está arrojado sobre el mundo no tiene contenidos y, por lo tanto, es libre de darse el ser en cada acto, en cada compromiso, en cada elección porque su misión es la de intencionar sobre el mundo. Ahora, en la medida en que se va eligiendo a sí mismo se produce la consistencia del ser. Para Sartre, el fundamento de la alienación es siempre la libertad, hay alienación porque hay libertad del sujeto. El enunciado fundamental de la filosofía sartreana es que “la libertad es el fundamento del ser”. En Los caminos de la libertad desarrolla las elecciones de los hombres, su arrojo en el mundo temporalizado, la temporalización y el surgimiento de un mundo con la existencia del hombre. Sin hombres que traen el sentido, la libertad y la temporalidad, no hay mundo.–Uno de los personajes, Brunet, se pregunta de qué sirve la libertad si no es para comprometerse. ¿Qué ocurre con la libertad como fundamento del ser cuando aparece la idea del compromiso?–Por más que nos comprometamos, nunca podemos cosificar la libertad, el hombre no puede cosificarse, está condenado a ser libre. Por más que yo me comprometa a ser un mozo de bar, nunca voy a serlo totalmente porque mi libertad constantemente erosiona el ser que yo quiero ser. No hay completud en el hombre porque es una nada trascendente, una nihilización del ser. Lo que le podemos responder al bueno de Brunet es que por más que yo me afilie al Partido Comunista, por más que acepte el dogma y la ideología del partido, siempre va estar mi libertad fundante erosionando la inercia y el dogmatismo que se quiere inocular en esa conciencia. –¿Qué desafíos le plantea Sartre a los intelectuales de hoy?–Seamos un poco malos: lo que Sartre le plantea al aburrido y burocrático intelectual del presente es que no se cosifique como intelectual académico, sino que ejerza su esencial libertad. El intelectual de la academia, del paper, es el intelectual cosificado que quiere ser profesor y quedarse reposando en esa cosificación del ser. Pero Sartre señala que no hay cosificación del ser porque el ser del hombre es libre; es ser nada, nunca ser algo. El intelectual sartreano está expectorándose de sí, arrojándose a un mundo y este mundo lo lleva a un compromiso que no le da reposo nunca.

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