Una percepción equívoca del mundo humano le permitió a Pier Paolo Pasolini convertirse en el crítico más insaciable de las instituciones de su tiempo en Italia, básicamente el Partido Comunista y la Iglesia Católica. Por sobre ellos, vio lo que llamó "el más represivo de los totalitarismos", la sociedad de consumo, una cultura unificadora universal.Pasolini murió hace 30 años (se cumplieron el 2 de noviembre) en el balneario popular de Ostia, cercano a Roma. Más allá de que haya sido víctima de un marginal o de un grupo políticamente instrumentado, es incontestable que fue golpeado ferozmente y arrollado por su Alfa Romeo en una zona de la que podía haber estado lejos, dada su posición económica y su prestigio. Fue un final sórdido para una vida que supo sustraer la pobreza y la marginalidad de su negra violencia, dotando su descarnado paisaje y su oscuridad de un aura sagrado. Sus figuras más queridas —las del subproletariado urbano— parecían por momentos sacadas de un cuadro de Caravaggio, rústicas pero tocadas por una luz sobrenatural. En ese mundo de fealdad angélica no parecía existir el linchamiento, la náusea, el odio, la vejación y el desprecio. El crimen era primordial, adánico, y la picardía un extraordinario corte de manga a la suerte. Esto es lo que dice su importante trilogía fílmica, Decamerón, las Mil y una noches y los Cuentos de Canterbury.Pasolini pudo hacer una crítica certera de la evolución de la sociedad burguesa en su patria, del movimiento obrero organizado y de la religión oficial, precisamente porque su Arcadia se alejaba cada vez más de todo eso. Crispado, contempló el arrollador triunfo del capitalismo, el hundimiento de los contenidos ideológicos de la religión y la política, el advenimiento de una sociedad en la que se borraban los límites culturales y de clase. Hacia el final de su vida, contestó de este modo la crítica de Italo Calvino, su contracara, un intelectual de la mesura, el humor y la modernidad: "Que yo añore o deje de añorar el mundo campesino es asunto mío. Lo que no impide que yo ejerza mi crítica al mundo actual, pudiendo hacerlo más lúcidamente al sentirme desvinculado y al aceptar sólo estoicamente vivir en él". El "mundo actual" se le aparecía, en 1974, sometido a un "modelo cultural" que dominaba el cuerpo y el comportamiento y que era el mismo para los italianos y para "todos los demás hombres del globo". El modelo unificador del consumo.Así pues, desde una fuerte ambigüedad, pudo realizar la crítica más fuerte. En no pocas ocasiones, la más provocadora. En 1968, durante los alzamientos juveniles en Europa, escribió: "Tienen caras (los estudiantes) de hijos de papá. Los odio como odio a vuestros padres. Yo simpaticé con los policías. Porque los policías son hijos de pobres. Vienen del subsuelo". En 1972, sin embargo, colaboró con los jóvenes burgueses de Lotta Continua, una organización de izquierda radical. En 1975, se pronunció contra el aborto. El Papa le hizo llegar sus simpatías. Entre sus "ilusiones perdidas" estaba la poesía: "Ya no es para mí ese maravilloso mito clásico que exaltó mi adolescencia".Provenía de lo que pensó era "un producto de la Unidad de Italia": "Mi padre procedía de una antigua familia noble de la Romagna; mi madre, en cambio, viene de una familia de campesinos friulanos que con el tiempo, poquito a poco, han subido a la categoría pequeño burguesa".Cuando nació Piero Paolo, en 1922, en Bolonia, su padre carecía ya de fortuna y era sólo un oficial del Ejército. Su madre era maestra de escuela primaria y estaba sustancialmente hecha de valores que arraigaron tempranamente en el hijo: "Mi madre era como Sócrates para mí. Tenía, y tiene, una visión del mundo sin duda idealista e idealizada. Ella cree de verdad en el heroísmo, en la caridad, en la piedad, en la generosidad. Yo he absorbido todo eso de manera casi patológica" (1971, entrevista con Darcia Maraini en Vogue). En la infancia comenzó a amar el cuerpo de sus compañeros comenzando por "la parte convexa del interior de las rodillas, donde al doblarse en la carrera los nervios se tensan en un gesto elegante y violento". Era el nacimiento del deseo, que con los años devino una estética: "Era el sentido de lo inalcanzable, de lo carnal —un sentido para el que aún no ha sido inventado un nombre—. Yo lo inventé entonces y fue 'teta veleta'. Al ver aquellas piernas dobladas en la furia del juego me dije que sentía 'teta veleta', algo parecido a un cosquilleo, una seducción, una humillación."Su formación estuvo ligada a las ciudades del norte de Italia por las que deambuló con su familia, pero especialmente a Casarsa, el lugar de origen de sus padres. El Friuli fue tan decisivo en esa formación suya como la Universidad de Bolonia. Aprendió friulano y escribió poesía dialectal. El Friuli, al cabo, fue la causa de la muerte de su hermano Guido, tres años menor, al que lo unía un amor reverencial. Guido había ingresado a la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial. Los partisanos que combatían en el norte se dividían entre los comunistas, que estaban por el alineamiento —acaso la anexión— del Friuli con la Yugoslavia del caudillo guerrillero Tito y los que se oponían a ella. Guido murió en una indigna matanza perpetrada por los comunistas entre sus camaradas de armas. Y sin embargo, después de tan violento golpe, Pier Paolo ingresó al Partido Comunista, en el que no permanecería demasiado.Investigado por supuesta corrupción de menores, se refugia con su madre en los suburbios de Roma, en el Trastevere. En ese Purgatorio pasa años duros, pero luego, en poco tiempo, escribe la parte central de su obra literaria. En 1957 publica los poemas de Las cenizas de Gramsci y al año siguiente El ruiseñor de la Iglesia Católica. En 1960 publica los ensayos Pasión e ideología (mientras filma Accattone) y en 1961 otro libro de versos, La religión de mi tiempo. Había tenido ya cierto éxito literario con las novelas Muchachos de la calle y Una vida violenta. Mostró una extraordinaria capacidad de escribir en formas métricas clásicas y con lenguaje natural y coloquial sobre las más diversas cuestiones, líricas e ideológicas, lo que guarda relación con su visión total del fenómeno literario y social: "La ideología política es la marxista, pero la ideología estética proviene de la experiencia decadentista aunque profundamente modificada, y arrastra consigo los restos de una cultura superada: evangelismo, humanitarismo", define en 1961. Pasolini creía entonces. Su base católica le impedía concebir un mundo no trascendente. Era poeta: "He vivido dentro de una lírica, como todo obseso".Finalmente, el mundo le hizo una jugarreta. Nada le parecía más vacío que un comunista europeo. La revolución había fracasado. Sin embargo, termina interrogándose sobre la posibilidad de que funcionen estos dos opuestos: transhumanar y organizar. El primer término, explica, es el que Dante Alighieri utiliza para designar lo inefable de la ascesis mística; el segundo es "evidentemente su reverso". "Me siento cada vez más fascinado por la alianza ejemplar que pudieron realizar los santos más grandes, como San Pablo, entre la vida activa y la vida contemplativa", dice en una entrevista en Le Monde, cuando aparece en 1971 el que sería su último libro de poesías: precisamente, Transhumanar y organizar. Allí escribe: "Las instituciones son injustas. ¿Y qué? / Sólo a través de estas instituciones hay relación entre mí y estos obreros / Y no hablo sólo del PCI sino de todo lo que es anterior a él (...) Su saber no corresponde a la realidad sino a esta realidad. / Y es un saber mísero y entero, mezquino y fuerte (...) No es casualidad que en mi espalda se apoye la mano sagrada y untuosa de San Pablo / que me empuja a dar este paso". Al mismo tiempo, de la forma neoclásica había pasado a la forma del apunte y el "artefacto" literario; de la dialéctica a la oposición permanente de los opuestos. Lo que no había perdido era una simbiosis muy suya de lo objetivo y lo subjetivo. La capacidad de lograr que nada fuera personal y todo lo fuera. Descendiente de nobles y de campesinos, se graduó en Letras en la Universidad de Bolonia, donde fue capitán del equipo de fútbol. En esos años, integró un grupo de escritores para la defensa del idioma y la cultura de la región del Friuli. Durante la Segunda Guerra Mundial, desertó de la milicia cuando su regimiento decidió entregar sus armas. Se afilió al comunismo al término de la Guerra: lo expulsaron por una acusación de abuso sexual. Se radicó en Roma en los 50. Escribió, entre otros, los libros de poesía "Las cenizas de Gramsci", "El ruiseñor de la Iglesia Católica", "La religión de mi tiempo"; novelas: "Muchachos de la calle", "Una vida violenta"; ensayos y artículos: "Pasión e ideología", "Escritos corsarios", "Cartas luteranas". Fue autor de teatro y dirigió películas como "Accattone", "Mamma Roma", "El Evangelio según San Mateo", "Pajarracos y pajaritos", "Teorema", "Medea", "Decamerón", "Los cuentos de Canterbury", "Las mil y una noches" y "Saló, o los 120 días de Sodoma". Desde los iniciales "Amado mío" y "El sueño de una cosa" —el fuego, el hambre, la crucifixión—, o las romanas "Muchachos de la calle" y "Una vida violenta", pasando por la depurada prosa de "Teorema", hasta la póstuma e incompleta "Petróleo", en la que el criterio estilístico de contaminación se haría estructura y ya no pura experiencia semántica, siempre hubo en Pasolini una original fusión de tradición y experimentalismo. Por un lado, el método de inspiración neorrealista le prescribía la necesidad de la encuesta sociológica previa a todo relato, animando su búsqueda del instante y la sintaxis dialectales en el Friuli y en el Trastevere, "ciudad absoluta"; por otro lado, aparecía "la contaminación deliberada entre lengua culta y jerga de la mala vida" señalada por él mismo en su lectura de Dante. En "Pasión e ideología" decía: "La polémica contra la centralización del estado fascista coincide con la polémica contra el centralismo lingüístico, la unidad lingüística, y por lo tanto la tradición". Es que, naturalmente, la "decisión" estilística inicial de Pasolini no era inocente, cargada como estaba por el espíritu de la Resistencia, por el Gramsci de las "Cartas desde la cárcel", o por el descubrimiento de Marx. La estructura real de la novela residía para él en el campo lingüístico y no en el agregado mecánico de los contenidos ideológicos, afirmando así la autonomía del arte frente a su grosera instrumentación política. Narrativa la suya constantemente abierta a la posibilidad de otras experiencias: por ejemplo, los fragmentos o relatos cortos que integraron en conjunto "Alí de los ojos azules" están muy unidos a sus realizaciones en cine, y sus propios guiones o preguiones constituyen un ejemplo de la más prístina vocación narrativa, sujeta a una necesidad de representación carnal de los personajes y de las situaciones ("San Pablo" o "Pajarracos y pajaritos", verdadera florecilla franciscana). También su teatro, "teatro de la palabra", con decursos narrativo-dramáticos en el tono elevado de "Pílades" o en la fidelidad al friulano de "Los turcos en Friuli". Además: ¿no fue su cine la culminación de su narrativa en cuanto era ante todo un gran poeta?
Todo Pasolini estalla en su poesía: tensiones personales, mezclas culturales, arrestos ideológicos. La búsqueda formal entrega una falsa serenidad clásica. Se trata de un envase paradójico. Porque esa obsesión formal tiene que ver con un lance furioso: encajar una angustia sentimental y política en algún lugar del mundo, en algún registro. La poesía de Pasolini es un intento de transparencia que corre en paralelo con la certeza de que nunca es posible decirlo todo. Ahí está el poema "La rabia" con estos dos versos: "Ah, gritar es poco, y es poco callar:/ nada puede expresar una existencia entera".Pero la poesía es el género que más se acerca a aquella ambición olímpica. Por ella transita su erotismo pagano, allí explota su inefable síntesis entre el lirismo sutil y la atmósfera sombría de las capas más bajas de la sociedad. En términos de poesía con voltaje político entrega para los italianos una operación inhabitual: nada de épica operística, todo apostado a la inspección de las subjetividades carentes. Si estos núcleos pueden advertirse en el resto de su producción creativa hay ciertas zonas a las que Pasolini sólo llega a puro verso: sobre todo al reino de la aspiración y, con eso, algo increíble para un profesional de la ansiedad, a cierta calma. El poema "Mi deseo de riqueza" es uno de los pocos textos donde el vivir se acepta: "Voy yo también hacia las Termas de Caracalla, / pensando —con mi viejo, con mi /estupendo privilegio de pensar...". Allí se celebran los perseguidos ritos de una vida intelectual y artística ("Ah un poco de orden, un poco de dulzura,/en mi trabajo, en mi vida..."). Es en este punto, en la honradez de mostrar las cartas de la individualidad, donde esta poesía se expande y exhibe su más plena preocupación porque el vértigo del vivir no obture el íntimo deseo poético de "dar estilo al caos".
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