miércoles, noviembre 09, 2005

"La cultura será siempre un bien para minorías"


Desde hace décadas, Marcel Reich-Ranicki está considerado una institución de la vida cultural alemana. Es el crítico literario más popular, exitoso e influyente del país, y, al mismo tiempo, el más admirado y temido juez de la literatura de habla germana. Con su estilo vehemente e irónico, polémico y provocador, se ha convertido en tema de discusión en las conversaciones sobre literatura. Ha salido en la tapa de la revista más vendida de Alemania. Es el protagonista de ingeniosas caricaturas y hasta el personaje central de más de una novela, como en el escandaloso caso de “Muerte de un crítico” (2002), cuyo autor, el prestigioso Martin Walser, llegó a ser tildado de antisemita por su historia de la desaparición de un crítico estrella, en obvia alusión a Reich-Ranicki. Su vida semeja la historia de una novela. “Medio alemán, medio polaco y totalmente judío”, como él define su identidad, Marcel Reich nació en una pequeña localidad de Polonia, en 1920, de padre polaco y madre alemana. Creció y se formó en Berlín. Allí vivió desde los nueve años hasta 1938, cuando fue arrestado por su condición de judío y deportado por los nazis al gueto de Varsovia, donde sobrevivió al asesinato de toda su familia a manos de los alemanes. Con el fin de la guerra, se afilió al comunismo. Más tarde fue espía y cónsul de Polonia en Londres, actuando bajo una nueva identidad con el apellido polaco Ranicki. Evitaba así su apellido original, que, además de recordar al Tercer Reich, "sonaba demasiado alemán y demasiado judío" para cumplir con esas funciones. A su regreso a Varsovia fue expulsado del Partido Comunista y encarcelado por "distanciamiento ideológico". Con esto terminó su breve participación en la vida política. En 1958 se instaló en Alemania Federal y desde entonces fue crítico literario de importantes medios gráficos y radiales, entre otros los diarios Die Zeit y Frankfurter Allegemeine Zeitung (FAZ), donde ganó un renombre a la altura de los intelectuales más reconocidos del país. A partir de 1988 incorporó la popularidad que le brindó un exitoso ciclo de TV dedicado exclusivamente a la literatura alemana. Más de 40 libros como autor y otros tantos como editor, más una gran cantidad de distinciones -entre otras, el Premio Europeo de la Cultura, en 2004-, dan testimonio de un reconocimiento inusual para alguien que dice no tener más profesión que la crítica literaria. De su reciente autobiografía -convertida en un gran bestseller- se ha dicho con frecuencia que es una de las más apasionantes historias de vida del pasado siglo, a la vez que se le ha criticado la sorprendente mesura con que juzga al régimen nazi. En su último trabajo, una monumental edición de 50 volúmenes, Reich-Ranicki ofrece su personal selección de obras ejemplares agrupadas bajo el título de "Canon de la literatura alemana". -¿Qué objeto tiene esta ambiciosa colección en forma de canon de la literatura alemana, en un continente que está asediado por la inmigración y que tiende a desdibujar sus fronteras culturales? -Se trata de una ayuda para el público lector. En mi juventud hubiera necesitado alguna guía para orientar mis lecturas. No siempre la encontraba, ya que, como joven, uno no sabe exactamente qué escoger de la enorme masa de libros. Considero que estaba faltando esta suerte de canon de la literatura alemana. Comencé por criticar lo que se enseña en la escuela básica en Alemania, lo que se exige leer. Controlé los planes de estudios de todos los Länder (provincias) y llegué a la conclusión de que los contenidos son casi siempre excesivos y que se espera demasiado de los alumnos. Luego, la editorial Insel, una de las mejores firmas alemanas, me convocó para formar una biblioteca modelo, que comprende cinco partes: la primera, con 20 volúmenes de novelas (desde "Werther", de Goethe, hasta hoy); la segunda, con 10 volúmenes de cuentos; la tercera, de dramas; la cuarta, de poesía, desde los comienzos de la poesía alemana en el siglo X hasta hoy, la mayor parte, de Goethe, y, por último, una quinta parte, que saldrá en febrero, con ensayos, textos críticos y conversaciones. Este trabajo representa una obra cumbre a estas alturas de mi vida. -Cuando se habla en Alemania de la necesidad de integrar al extranjero, ¿en qué público piensa usted para una obra de esta naturaleza? -La cultura -la literatura, el teatro y la música- ha sido y será siempre un bien de minorías. Esas minorías pueden ser diferentes, un poco más amplias o más reducidas de acuerdo con cada época y lugar. Aunque la producción literaria, teatral y musical se dé de forma permanente, nunca saldrá de un círculo de minorías. Quizá podría decir que las minorías serán aun más reducidas. -¿Cree que será posible integrar en esas minorías a los extranjeros que viven en Alemania, o aquellos grupos estarán siempre formados por intelectuales locales? -Hay muchos extranjeros que viven en Alemania y que se interesan por la literatura alemana. Hay incluso extranjeros que han nacido aquí o que llegaron siendo todavía niños y escriben en alemán. Hasta hay premios para extranjeros que producen literatura en esta lengua. Por ejemplo, de Rusia han emigrado en los últimos años muchos judíos que hacen un importante aporte al país. Hay bastante producción literaria en manos de autores extranjeros. Esa gente aporta otros colores, otras voces y, desde luego, enriquece el panorama general. -Usted ha tenido éxito con un programa de TV con el que consiguió una permanencia en el aire de una década y media y un alto nivel de audiencia. ¿Cómo logró convertir la literatura en un entretenimiento masivo en un medio cada vez más vulgar? -El canal estatal de televisión ZDF me ofreció en su momento crear un programa dedicado con exclusividad a la literatura alemana. Acepté bajo la condición de que el programa estuviera estructurado como una discusión que en absoluto fuera interrumpida con números musicales, escenas de divertimento, publicidades ni ningún otro tipo de pavadas. El "Cuarteto literario", título de la emisión, fue concebido como una pura discusión entre los tres integrantes y yo como moderador, y ésa fue su fórmula para el éxito. La emisión duraba 75 minutos. Al comienzo, se pensó que no existiría público suficiente y que el proyecto terminaría muy pronto. Encontramos, para gran sorpresa de todo el mundo, un público y un éxito enormes. El programa terminó sólo después de 14 años, cuando yo ya no pude continuarlo más. Me significaba un esfuerzo enorme preparar cada emisión. Se leían demasiadas novelas. Por año eran comentadas 30 novelas, de modo que ¡imagínese usted el volumen que se debe leer para llegar a escoger 30 títulos! Mínimamente había que leer 60 novelas por temporada. Después de ese ciclo de 14 años necesité dedicarme a otros proyectos y el programa murió allí. Hasta el día en que hoy en la televisión alemana se extraña un programa de esas características. -¿La gente espera propuestas de mayor calidad? -Hay que hacer programas atractivos para lograr abrirle el apetito al televidente, pero estoy convencido de que existe, por parte del público, un interés muy fuerte en la literatura. -¿Qué papel tiene el crítico en la posibilidad de hacer que esas minorías no lo sean tanto? -El crítico cumple un rol importantísimo en la ampliación y en la divulgación de la literatura. No estoy muy feliz con la manera en que se desempeña la crítica literaria en la actualidad. Sólo de algunos medios se podría decir que desarrollan una crítica seria. El éxito de un libro depende, si bien no con exclusividad, sí en una gran parte de la crítica que reciba. -Con la reunificación alemana ha ido cambiando la imagen que los alemanes tienen de sí mismos. ¿Se refleja en la literatura actual una revisión de la historia? -En cierto modo... No existe duda de que la nueva generación se siente extraordinariamente atraída por el pasado de Alemania, por los crímenes alemanes durante la Segunda Guerra Mundial y por el nacionalsocialismo. Muchos de los libros que aparecen tratan temas relacionados con el pasado reciente y existe un gran compromiso por parte de los jóvenes autores con estas temáticas. -¿Qué tipo de planteo asumen los autores jóvenes? -No siguen el ejemplo de la literatura moderna al estilo de Joyce, Proust o Kafka, sino el de la estructura típica de la novela de familia y las historias de generaciones, más al estilo de la novela de Thomas Mann, de "Los Buddenbrook", que ya tiene más de cien años de aparecida. La novela de familia es nuevamente lo moderno en la literatura alemana. -¿Mann, ejemplo de lo moderno? -Desde la muerte de Goethe hasta hoy, Mann ha sido uno de los máximos representantes de la prosa alemana. Hace cuarenta o cincuenta años estaba considerado un escritor de una época ya pasada, mientras que en este momento se trata de un autor de absoluta actualidad y vigencia, considerado un escritor influyente y del más alto nivel. -Algunos escépticos han pronosticado el reemplazo y hasta la desaparición del libro impreso, así como del diario editado en papel, frente al avance de los medios electrónicos. ¿Qué futuro tiene el libro en el contexto de la comunicación actual? -Lo primero que hay que decir es que el libro impreso encuentra verdaderamente un enorme número de seguidores. En Alemania, por ejemplo, la producción de literatura seria es gigantesca. La cantidad de libros que se imprimen y se venden es increíble. Si todos los libros son leídos en la misma proporción en que se compran, no lo sé concretamente, pero ya es muy significativo que el libro impreso, como objeto, siga encontrando su público propio.

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