lunes, mayo 17, 2010

El crimen que originó la Generación Beat

«También escribí, junto a William S. Burroughs, otra versión de 'La ciudad y el campo' que está escondida debajo de las tablas del suelo. Se titula 'Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques'» (1945). Así confirmó Kerouac en 1967 la existencia de lo que por entonces era tan sólo un rumor, una leyenda urbana que provocó que todo el mundo quisiera hacerse con ese libro. No sólo es su verdadera primera novela, aquella que no quiso ningún editor cuando unos jóvenes desconocidos se la ofrecieron, sino que es biográfica y cuenta de primera mano el terrible hecho por el que Lucien Carr, el amante de Allen Ginsberg, a quien éste dedicó su 'Aullido', fue condenado a prisión un 15 de septiembre de 1944, si bien sólo cumplió dos años de la condena en el reformatorio de Elmira, en el estado de Nueva York. El relato del crimen de la Universidad de Columbia que dio origen a los 'beats'. Eso es, ni más ni menos, 'Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques', además del libro perdido de Kerouac y Burroughs, editado por Anagrama. David Kammerer, antiguo compañero de estudios de Burroughs, y Carr estaban solos, borrachos y peleándose sobre la hierba de la zona de ligue del parque de Riverside de Nueva York. En un breve instante, Carr, catorce años más joven, sacó su navajita de 'boy scout' y le apuñaló en el pecho. Creyéndole muerto, arrastró su cuerpo hasta el río Hudson donde realmente falleció ahogado un Kammerer inconsciente. Aturdido, Carr acudió a Burroughs. El primero en conocer la confesión le aconsejó que se buscase un buen abogado y se entregase. Después, acudió a Kerouac, quien le aconsejó lo mismo, si bien antes pasaron el día juntos yendo al cine, a exposiciones y bebiendo de bar en bar. Después de eso, ambos sabían que todo cambiaría para siempre. «Para el tribunal y la prensa, los abogados habían pintado el cuadro de un marica mayor acosando a un jovencito que no tenía nada de homosexual», cuenta el escritor y editor de Burroughs, James W. Grauerholz, en el epílogo de la novela. Hay que tener en cuenta que por aquel entonces, los encuentros sexuales entre Carr y Ginsberg no eran conocidos y, aún más, esa bisexualidad juvenil era casi una característica ajena a los 'beats'. A pesar de que los abogados estaban casi convencidos de que este argumento sería válido para conseguir una libertad condicional, al presentarlo casi como una legítima defensa, falló porque nadie pudo creer que un joven saludable no fuera capaz de escapar de su captor de otro modo. Kerouac también fue detenido y, como no pudo pagar la fianza, cosa que sí hicieron los padres de Burroughs tras conseguirle un buen abogado, quedó retenido como testigo principal. Todo el mundo quería escribir sobre aquella historia que conmocionó a la prensa y que, años más tarde, alimentó el morbo por estar implicados en ella los tres exponentes claves de la Generación Beat, ya que años más tarde los desconocidos pasaron a ser el autor de 'En la carretera' (Kerouac), el de 'El almuerzo desnudo' (Burroughs) y el de 'Aullido', Ginsberg. «Éste último fue uno de los primeros en probar a hacer literatura con el episodio Carr-Kammerer; a finales de 1944 escribió gran cantidad de anotaciones y borradores de capítulos en sus diarios de cara a una obra que pensaba titular 'Canción de sangre'», indica Grauerholz. Calificada de «impúdica» por su decano en Columbia, aquel borrador inédito se puede leer ahora en los diarios publicados de Ginsberg. No fue el único: John Clellon, Anatole Broyard, Edie Kerouac Parker, primera esposa del escritor, y muchos más también escribieron sobre el tema. Incluso se dice que los protagonistas inspiraron un relato llamado 'Ejércitos ignorantes', versión primeriza de 'La habitación de Giovanni', novela de tema gay que en 1956 publicó James Baldwin. A cuatro manos En 'Literary outlaw: the life and times of William S. Burroughs', el protagonista cuenta cómo él y Kerouac escribieron a cuatro manos 'Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques', frase que comentaba que le habían escuchado a un locutor de radio que hablaba de un incendio, que según las diferentes versiones, a veces había ocurrido en el zoo de Londres y otras en un circo que, en alguna ocasión, se apuntó que fue el que arrasó el Ringling Brothers and Barnum & Bailey, en Connecticut, un 6 de julio de 1944, más conocido como «el día que los payasos lloraban», aunque en él no hay constancia de que hubiera hipopótamos. Ginsberg, por su parte, comenta que esa frase pudo salir de los experimentos de 'cut-up' (cortar y pegar discursos de radio) que hacía su amigo Jerry Newman. Sea como sea, tan brillante título acompaña una rareza bibliográfica que merece ser tenida en la biblioteca, no sólo por leer a unos noveles Kerouac y Burroughs, sino por el exquisito epílogo de Grauerholz, que narra todo esto y mucho más.

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