jueves, septiembre 24, 2015

"Yo pensaba que escribir ficción iba a ser más fácil que escribir crónicas"




"Mi escritor ejemplar es Zola, porque basaba sus novelas en la investigación." dice Wolfe

A pesar de su vasta obra, que abarca el periodismo, la crónica y la ficción, con sus 78 años recién cumplidos Wolfe sigue siendo tan ambicioso como siempre. Actualmente trabaja con el vigor y la ambición de un principiante en una gran novela social, basada en Miami, con la inmigración como su tema central. Anticipando su viaje al país, Tom Wolfe recibió a Clarín el fin de semana pasado en su base de operaciones en Miami, el exclusivo hotel Mayfair, en el elegante barrio de Coconut Grove. A pesar de su fama y la aparente ostentación de su vestimenta, Wolfe es cordial, abierto y generoso con su tiempo. Se ocupó de servirle café al cronista y el fotógrafo. Tras la charla de más de dos horas se despidió saludando a cada uno por su nombre. Confesó que junto a su mujer está aprendiendo a bailar tango, "aunque es muy, muy complicado", dice. Y considera a Astor Piazzolla como "el mayor compositor del Siglo XX".

Sentados los dos junto a un enorme ventanal en el salón de desayunos del hotel, inundados con el sol de fin del invierno en Florida, Wolfe habló de sus comienzos como periodista y su novela en elaboración, Back to Blood (Retorno a la sangre) que espera publicar en el año 2009.

Arrancamos despejando una duda: "Nos preguntábamos en la redacción si usted hablaba o no el castellano". Entonces Tom Wolfe sonríe y levanta sus manos -gesticula plácidamente con ellas mientras habla- como un director de orquesta de música ligera. "No. Yo estudié el español por cuatro años en la universidad, pero no teníamos conversación. La idea era que algún día podríamos leer el Quijote en su idioma original. Nunca llegamos a esa meta".

Pero "llegó el día en que estaba trabajando en The Washington Post como un reportero para la sección ciudad y Castro tomó el poder. Entonces, por primera vez en la vida, el Washington Post se dio cuenta de que existía Latinoamérica y que la tenían cerca. Bueno, se pusieron a ver quién hablaba español para mandar un corresponsal. Habrán buscado por los archivos de personal y vieron que había estudiado el idioma. Era 1960, entonces tendría unos treinta años. Cuando me preguntaron si hablaba bien el español, no me quería perder el viaje. Entonces les dije "sí, sí, estoy un poco fuera de práctica pero ya me volverá todo".

¿Y pudo conocer a Fidel o al Che Guevara?, lo interrumpimos. "No, estaba intentando conseguir entrevistas con Castro pero las cosas se habían complicado bastante en ese momento".

En Miami el inglés es casi un segundo idioma. La cultura popular y la vida política de la ciudad está dominada por los inmigrantes cubanos. Wolfe nos contó que la ciudad lo asombra porque, siendo "americano", uno se siente parte de una minoría. La pregunta es si, luego de Manhattan y Atlanta -los lugares de dos de sus novelas- retratará a Miami. Wolfe quiere contarnos algo de su nueva obra.

"¿Conoce el principio del pie seco y el pie mojado? Es así: hasta el día de hoy si un cubano puede colocar un pie sobre tierra firme, en cualquier lugar de los Estados Unidos, esa persona es automáticamente legal. Pero si es capturado en el agua, se lo devuelve a Cuba. Yo tomé esta idea para planificar mi novela. Comienza con una escena donde unos policías van en lancha hacia un puente, donde aparentemente se está por suicidar una persona. Lo que pasa, en realidad, es que es un cubano que intenta escalar el puente para llegar a tierra seca. Este cubano grita desde el puente que es neurocirujano -y un tipo así se podría quedar- pero, en la confusión, lo bajan y no logra ya pisar tierra seca".

Tras una larga y exitosa carrera en el periodismo que produjo libros de no-ficción ya clásicos como The Right Stuff (Lo que hay que tener, 1979) donde describe el mundo de los pilotos de pruebas estadounidenses que fueron los primeros astronautas que viajaron al espacio, Wolfe se sintió en deuda consigo mismo por no haber escrito una novela. Uno de sus grandes logros fue encabezar el movimiento del Nuevo Periodismo, cuyo método y fin era traer los variados recursos de la literatura a la escritura de las crónicas periodísticas. Sin embargo, nos cuenta Wolfe, al no escribir ficciones él tenía la sensación de estar evitando una deuda consigo mismo. Fue entonces, tras cumplir los 50 años, cuando se puso a escribir La hoguera de las vanidades (1987), que retrata la ciudad de Nueva York en la brumosa década de los años 80, cuando los yuppies estaban afiebrados por el dinero y la cultura negra hip hop llegó a su apogeo.

"¿Sabes?" nos cuenta Wolfe, mientras toma café americano de una gran taza blanca, "yo había pensado que escribir ficción iba a ser más fácil que escribir crónicas. Al fin, te lo inventas todo. Pero al principio no pude arrancar. Estuve catatónico delante de mi escritorio."

La solución fue -y es su método de trabajo desde entonces- encarar la ficción de la misma manera que desarrollaba sus trabajos periodísticos: investigando y documentándose en la calle, en los tribunales, en los negocios. Había que ir a buscar la vida real donde sucede, para después volcarlo en sus narraciones.

En este sentido, su héroe, modelo y guía, es el novelista francés Emile Zola, un gran escritor del siglo XIX. La convicción de Wolfe es que la literatura está en un estado de profunda decadencia porque los novelistas no salen de sus propias obsesiones personales al momento de escribir. Nos contesta la pregunta sobre su ídolo: "Zola es mi novelista ejemplar, porque basaba sus novelas en la investigación periodística. Zola era uno de los tipos más burgueses imaginables -vestía impecablemente-pero fue capaz de meterse en la parte más sórdida de la sociedad y conocerla a fondo. Sin eso, la novela está completamente muerta. Por eso la no ficción es más interesante hoy que la ficción. Está mucho mejor escrita y está basada en descubrimientos".

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