viernes, octubre 02, 2015

Michel Onfray y la otra historia de la filosofía

Con su Contrahistoria de la filosofía, Michel Onfray se propone un proyecto muy ambicioso. Nada menos que poner en cuestión la filosofía que se nos ha transmitido a través de la historia, marcada por la tradición del idealismo que comienza en Platón y llega hasta Kant y Hegel, y que ha silenciado otras corrientes de pensamiento, como el materialismo y el hedonismo. Su propuesta es rescatar del olvido a todos aquellos filósofos relegados por la “ideología” dominante y construir una nueva historia de la filosofía en la cual se sitúe en el centro el placer y el disfrute de la vida, que ponga su foco en el hombre y se aleje de los dioses y de mundos ideales. Porque detrás del triunfo del idealismo platónico y de toda su evolución posterior se encuentra el cristianismo y el poder de la iglesia en la sociedad europea durante tantos años.

Contrahistoria de la filosofía es una obra en varios volúmenes, de la que hasta ahora han sido publicados los tres primeros. El primero de ellos, Las sabidurías de la antigüedad, rescata a los filósofos que fueron enterrados bajo la denominación de presocráticos (aunque algunos de ellos eran contemporáneos o incluso posteriores a Sócrates) y sofistas. Aristipo de Cirene, Demócrito, Lucrecio, Epicuro. Todos ellos sufrieron la influencia de Platón y fueron condenados al silencio. En el caso de Demócrito incluso estuvo a punto de sufrir la incineración de su obra (Platón quería llevarla a cabo, pero le disuadieron de hacerlo porque ello no hubiera tenido un efecto determinante, puesto que la obra de Demócrito estaba ya en ese momento muy difundida). El que persistió, a pesar del boicot de los idealistas y, posteriormente, de los cristianos, fue Epicuro. Su filosofía demostró ser sumamente resistente, tanto que impregnó a una parte del cristianismo posterior, con lo que llegamos al segundo tomo de la obra, El cristianismo hedonista.

Onfray recoge en este segundo libro visiones cristianas no muy lejanas del espíritu de Epicuro. Cristianos que no ponían el acento tanto en la culpa y en el sufrimiento como en el goce de la vida. La idea era que, puesto que Jesús había muerto en la cruz para redimirnos del pecado, por qué no considerar éste como algo superado y disfrutar de la vida que el propio Jesús ha concedido al hombre. Dicha visión, sin embargo, no fue del agrado de la Iglesia, que reaccionó ante estas “desviaciones” con su instrumento favorito: la hoguera. Así acabaron en gran parte los Hermanos y las Hermanas del Espíritu Libre, una corriente de pensamiento que, a pesar de todo, se las arregló para pervivir oculta en Europa hasta el siglo XVI y que denunciaba la hipocresía de la Iglesia oficial. Posteriormente, durante el Renacimiento, Onfray menciona a una serie de pensadores que se proclamaban cristianos pero que sostuvieron una actitud proclive al epicureismo al considerar que algunos placeres moderados no eran contrarios a la virtud. El libro termina con una extensa parte dedicada a Montaigne, a quien Onfray considera uno de los filósofos más importantes de todos los tiempos y que encarna plenamente el ideal que enuncia el título, ese hedonismo cristiano. De Montaigne he hablado por aquí en unas cuantas ocasiones (también he recogido alguno de sus textos), destacando sobre todo el espíritu que anima sus Ensayos, ese “conocerse a sí mismo” y disfrutar de lo que poco a poco va descubriendo.

Por último, el tercer tomo, el que cierra temporalmente la obra, Los libertinos barrocos. Filosofía francesa fundamentalmente. Una serie de autores que parten de la obra de Montaigne y profundizan en sus planteamientos. Onfray dice de ellos que ninguno niega a dios (el ateismo como tal aún no existe), pero si lo apartan discretamente, haciendo buena aquella máxima de Epicuro que decía que los dioses existen, pero no se ocupan de los hombres. Dios también existe, pero no le interesan los asuntos de los hombres, es decir, de alguna forma estos autores le piden que no se inmiscuya en la vida de los hombres. A cambio nadie negará su existencia.Pierre Charron, Pierre Gassendi, Cyrano de Bergerac, Saint-Évremon, La Mothe Le Vayer son estos libertinos barrocos que han desaparecido de la historia de la literatura. El período se cierra con una de las más importantes figuras de la filosofía, Spinoza. La actitud de Spinoza ante la existencia de dios, el panteísmo (no quería que nadie le pudiera acusar de ser ateo), preludia sin embargo la llegada de la negación de dios. Para Onfray, esta época supone el final del apogeo de la creencia en dios. A partir de entonces la figura de dios irá llevando a cabo un discreto y paulatino mutis en el ámbito de la cultura europea.

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